viernes, 17 de agosto de 2012

LA OTRA POLUCION*

No hay peor contaminación que la del espíritu del hombre, porque toda liberación de las normas cristianas, morales y éticas que rigen su acción lo convierten en una pluma que flota por el aire para reposar en cualquier pensamiento anticristiano o en actitudes que tergiversan las reglas más elementales de comportamiento de un buen ciudadano amante de Dios, de su patria y de la cultura de su sociedad.

La exaltación de la libertad humana, la eliminación de las barreras para dar iniciativa al libre albedrío, no es más que el pecado mismo de desobediencia a la autoridad de Dios.

El hombre liberal quiere superar al Creador, lo confronta, lo desafía e intenta reemplazarlo con nuevas deidades como el dinero, el prestigio, el poder. El liberalismo implica la emancipación al plan de Dios, y si lo retrotraemos a un pueblo como el de Santiago del Estero, que tiene profundas raíces cristianas gracias al legado hispano de nuestra patria vieja, vemos como la tradicionalidad de ese pueblo ya no es la misma que la de antes.

No solo el embalse de Termas de Río Hondo es víctima directa de la irresponsabilidad y corrupción de empresarios y funcionarios de la hermana provincia de Tucumán, sino que los intereses espurios generados por el poder del dinero, auténtico anticristo del mundo moderno, ha logrado que la degradación de nuestra flora y fauna deje huellas difíciles de borrar en el patrimonio de nuestra provincia. Lisa y llanamente, el liberalismo capitalista, es el motor de una cultura enquistada en la depredación de todos lo valores habidos y por haber. Todo lo mueve el dinero, y Santiago no esta exento de ello.

La inseguridad, la droga, el alcoholismo, la prostitución infantil, los abortos clandestinos, la venta de bebés, son la otra contaminación de nuestra casi extinta tradicionalidad provinciana en que la juventud santiagueña más que nadie se ve envuelta. Todos los días los diferentes medios liberales adictos al poder se limitan a ser meros trasmisores de estos lamentables hechos, sin realizar un trabajo profundo de investigación periodística. Aquella persona que tenga entre 50 ó 70 años de edad, puede hacer una comparación acertada en cuanto al cambio de la sociedad santiagueña desde el siglo pasado.

 Santiago tiene un pasado tan rico en tradiciones culturales como su música folklórica, su poesía, su literatura y su arte; que de a poco fue cambiando por lo ordinario. Hasta los carnavales son diferentes. El Liberalismo cultural trajo la música “waracha” o “villera” con una letra burda que alienta a la infidelidad matrimonial, a rebajar a la mujer como mero objeto sexual, a tomar alcohol para afrontar las penas, a la desobediencia a la autoridad. También encontramos las “sectas sociales” o dicho más suavemente “comunidades sociales” como los flogger por ejemplo, muy difundido en aquellos jóvenes intoxicados con Internet; con una vestimenta que refleja la oscuridad de su mente, que los enceguece de la única luz de salvación eterna que es Cristo.

La mujer; aquella que Dios creo de la misma costilla del hombre para que sea el complemento necesario en la formación de la familia cristiana, antes pudorosa y recatada, ahora es más masculina y sensual, amante de su propio cuerpo curvilíneo, atractivo e insinuante. Los divorcios, las separaciones espirituales, las rupturas familiares por infidelidades matrimoniales están a la orden del día en nuestra provincia, más aún en matrimonios que no tienen más de 10 años de casados. Los hijos, víctimas de las garras de este demonio, son lo que sufren las consecuencias de este relativismo del amor conyugal y del respeto al sacramento del matrimonio.

 El destape que cualquier revista de la farándula porteña expone en su tapa con el nuevo estereotipo sexual de la mujer argentina, la carne argentina “for export”, como dicen algunos iluminados conductores de los excreméntales programas mediáticos que invaden las pantallas de los hogares santiagueños, peligrosamente está creando un modelo social basado en la atracción por el deseo, la seducción, hasta la perversidad. La consecuencia de un embarazo no deseado por “una canita al aire” como se dice; ahora se lo subsana con el mero asesinato de una vida por nacer mediante el aborto.

Pero claro, algunos sostienen que se debe comprender a la pobre niña que no supo controlar sus hormonas al seducir con un llamativo escote o con un apretado pantalón, el enamoramiento fugaz de su circunstancial pareja de la noche. ¡Son los derechos humanos, que así lo exigen!

La droga en nuestra provincia no solo se consume, sino que las pistas clandestinas encontradas en nuestro vasto territorio, y las redadas de Gendarmería Nacional dan certeza del tráfico permanente que existe. Si a ello le sumamos el alcohol, el desenfreno en los boliches habilitados o en la nueva modalidad de fiestas clandestinas; se conjuga un cóctel peligroso que da como resultado una muerte segura por accidente de tránsito o una sobredosis de alcohol e inclusive el suicidio o asesinato por celos.

La sociedad santiagueña ya no es la misma de antes. Otrora orgullosa de su pasado cristiano con un fuerte apego a los mandatos religiosos; ahora está siendo absorbida por las más variadas formas de seudo iglesias cristianas o por los más espurios “chamanes” o “manochantas”; que engañan a incrédulos y faltos de fe. Hasta en las misas en las iglesias predomina la concurrencia de losadultos, con respecto a los jóvenes que prefieren pavonearse por las naves del templo para charlar o mostrarse indecorosamente.

La contaminación del liberalismo cultural solo podrá contrarrestarse con una verdadera política de contención dirigida a reflotar los valores patrióticos, morales y cristianos, donde se ponga a Dios verdaderamente sobre todas las cosas. Hay que luchar desde todos los ámbitos, y Milo tiene ese propósito, para darle una oportunidad a los jóvenes de no ser fagocitados por “El Gran Hermano” de George Orwell, por ese ojo que todo lo ve masónico y oscuro que intenta destruir la integridad familiar y el de la sociedad.

Solo el nacionalismo salvara a la Patria

                                                             Cr Enrique Marañon (h)

Publicado en revista "Milo", Nº 2, junio del 2011.

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